En el caso de todos los seres
sintientes, el proceso de la existencia se manifiesta en base a los
fenómenos materiales y mentales. La entidad individual queda por tanto
definida en base al “cuerpo físico” y al “cuerpo mental”, expresados a
través de los cinco agregados: la materialidad, la percepción, la
sensación, los objetos mentales y la conciencia.
De acuerdo a las leyes que rigen estos dos tipos de fenómenos, en el momento de la muerte, el “cuerpo físico” queda limitado por el devenir del tiempo y llega al final de su ciclo, mientras que el llamado “cuerpo mental” permanece intacto y queda sumido en un estado como de suspensión, en espera de volver a encarnar en un nuevo cuerpo. Éste constituye uno de los tres estados intermedios que constan en la clasificación hecha por Naropa, junto al estado intermedio entre el nacimiento y la muerte ― intervalo que constituye la valiosa vida humana ― y al estado intermedio de los sueños.
De acuerdo a las leyes que rigen estos dos tipos de fenómenos, en el momento de la muerte, el “cuerpo físico” queda limitado por el devenir del tiempo y llega al final de su ciclo, mientras que el llamado “cuerpo mental” permanece intacto y queda sumido en un estado como de suspensión, en espera de volver a encarnar en un nuevo cuerpo. Éste constituye uno de los tres estados intermedios que constan en la clasificación hecha por Naropa, junto al estado intermedio entre el nacimiento y la muerte ― intervalo que constituye la valiosa vida humana ― y al estado intermedio de los sueños.
Es precisamente en el periodo de
transición entre la pasada etapa existencial y la siguiente
reencarnación física, cuando el “cuerpo mental” revela todos sus
contenidos ― incluyendo los deseos, tendencias, atracciones y aversiones
―, que serán los que, en base al último pensamiento y a las impresiones
kármicas, determinen las características del próximo nacimiento. Es por
eso, que el estado intermedio en el que el “cuerpo mental” perdura
constituye una circunstancia de gran relevancia espiritual para
comprender la esencia del samsara y disponer de herramientas que
permitan liberarse del sufrimiento que éste implica. Algunas de las
principales prácticas a realizar entre el intervalo antes de renacer
son el reconocimiento de la luminosidad en el instante de la muerte y el
logro del cuerpo ilusorio cuando el “cuerpo mental”, que permanece
activo, se separa del “cuerpo física”.
En resumen, el Yoga del Estado Intermedio, también conocido como bardo,
proporciona en detalle instrucciones de meditación que permiten
utilizar el lapso del devenir entre el morir y el volver a nacer, para
suprimir las impurezas del “cuerpo mental” y alcanzar con ello un nivel
de trascendencia más elevado hasta alcanzar la plena liberación.
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