Con la experiencia integrada de este
Yoga en todos sus niveles se alcanza el logro del pleno conocimiento del
Ser, definido en sí mismo como existencia, consciencia y
bienaventuranza (Skt. Sat-Çit-Ananda).
Observando de forma constante los
patrones de la acción y de la no acción (cuando el que la lleva a cabo
es un mero agente instrumental, es decir, no se identifica como el
hacedor) y fijando la atención en el propio desarrollo de la sabiduría,
el proceso que se desencadena es semejante al de un fuego fundiendo el
hielo. De este modo, uno deshace todos los conceptos y dualidades, que
quedan encauzados en el canal central (Avadhuti), donde la
motricidad de la acción se detiene por completo y las fuerzas
instintivas, tales como la pasión, la aversión o la confusión, se
transforman en sabiduría trascendental.
Una vez se completa este proceso, el
organismo físico del practicante queda trasfigurado, por lo que su
“cuerpo mental” se convierte en clara luz, determinada por un gozo
supremo y por la experiencia de la vacuidad. Esta práctica conduce de
forma directa a la realización de Dharmakaya, lo que equivale a decir a la realización de Mahamudra.
Fuente: Trikaya
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