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martes, 7 de enero de 2014

Sobre la alimentación, por Swami Sri Yukteswar

Extraído del libro "La Ciencia secreta"



¿Qué es la vida natural?
Para entender en que consiste la vida natural es necesario distinguirla de lo que no es natural. La vida depende de la selección de: (1) alimento, (2) habitación y (3) compañía. Para vivir en forma natural, los animales inferiores hacen esta selección por si mismos, con la ayuda de sus instintos y de los centinelas naturales localizados en los órganos de los sentidos de la vista, oído, tacto, olfato y gusto. En el ser humano en general, sin embargo, estos órganos están tan desnaturalizados debido al género de vida contrario a la naturaleza que llevan desde la misma infancia, que no es posible confiar en sus reacciones. Por lo tanto, para entender lo que son nuestras necesidades naturales, necesitamos depender de la observación, la experimentación y la razón.

¿Cuál es el alimento natural del hombre?
 En la selección de nuestra alimentación natural, deberíamos tomar en consideración cual es la forma de los órganos que ayudan a la digestión y la nutrición –los dientes y el conducto digestivo- , la tendencia natural de los órganos sensoriales que guían a los animales hacia determinados alimentos, y la alimentación de las criaturas jóvenes.

Observación de los dientes
Al observar los dientes, notamos que en los animales carnívoros los incisivos son poco desarrollados, mientras que los caninos son considerablemente largos, lisos y puntiagudos, para aferrar la presa. Los molares también son puntiagudos, pero no se tocan sino que se ajustan lateralmente para separar las fibras musculares.
En los animales herbívoros, los incisivos son notablemente desarrollados, los caninos reducidos (aunque a veces, como en el caso de los elefantes, se han desarrollado bastante para constituir un arma defensiva), los molares tienen una amplia superficie de masticación y están provistos de esmalte solo en los costados.
En los frugívoros, todos los dientes tienen casi la misma altura, los caninos son algo prominentes, cónicos y romos (obviamente no están destinados a agarrar una presa, sino  a ejercer una fuerza). Los molares tienen una amplia superficie de masticación y están provistos de capas de esmalte en la parte superior, cuyo objeto es prevenir el desgaste originado por su movimiento lateral, pero no son puntiagudos para permitir masticar carne.
Por otra parte, en los animales omnívoros como en el caso de los osos, los incisivos se parecen a los de los herbívoros, los caninos a los de los carnívoros, y los molares son a la vez anchos y puntiagudos para cumplir un doble propósito.
Ahora bien, si observamos la forma de los dientes en el hombre, podemos comprobar que esta no se asemeja a la de los animales carnívoros, así como tampoco a la de los herbívoros u omnívoros, pero coincide en forma exacta con la de los frugívoros. Puede deducirse, pues, con razón que el hombre es un animal frugívoro, es decir, que se alimenta de frutas (Se considera fruta a toda parte de la vida vegetal útil al hombre. La dieta a base de frutas a que se refiere Sri Yukteswar incluye, pues, las verduras, cereales, nueces, almendras, etc.).

Observación del canal digestivo
Si observamos el conducto digestivo, podremos apreciar que los intestinos de los animales carnívoros son de tres a cinco veces más largos que la longitud de su cuerpo, si se mide esta desde la boca hasta el ano; y su estómago es casi esférico. Los intestinos de los herbívoros son de veinte a veintiocho veces más largos que la longitud de sus cuerpos, y su estómago es mas extenso y de forma compuesta. Los intestinos de los animales frugívoros son de diez a doce veces más largos que la magnitud de sus cuerpos,  y sus estómagos son algo mas anchos que los de los carnívoros y están provistos de una extensión o duodeno, que sirve como un segundo estómago.
Esta última es exactamente la formación que encontramos en el ser humano. Aún cuando la anatomía afirma que sus intestinos son de tres a cinco veces mas largos que la longitud de su cuerpo, este es un error basado en que el cuerpo ha sido medido desde la cabeza hasta la planta de los pies, en lugar de medir la longitud boca-ano. Una vez más podemos deducir que el hombre es, con toda probabilidad, un animal frugívoro.

Observación de los órganos de los sentidos
Al observar la tendencia natural de los órganos de los sentidos – los indicadores de las substancias nutritivas – que guían a todos los animales hacia su alimento, podemos apreciar que cuando el animal carnívoro encuentra su presa, se deleita tanto que sus ojos brillan: intrépidamente salta sobre ella y lame su sangre con avidez. Por el contrario, el animal herbívoro rechaza incluso sus alimentos naturales, dejándolos intactos, si estos se encuentran manchados con unas pocas gotas de sangre. Sus sentidos del olfato y de la vista lo llevan a seleccionar hierbas y otras plantas para su alimentación, las cuales saborea con deleite. De manera similar, observamos que en los animales frugívoros, sus sentidos les guían invariablemente hacia las frutas de los árboles y del campo.
En los hombres de todas las razas comprobamos que los sentidos del olfato, del oído y de la vista nunca les inducen a matar animales y que, por el contrario, ni siquiera pueden tolerar la vista de semejantes matanzas. Siempre se ha recomendado que los mataderos sean instalados lejos de las ciudades; a menudo se dictan estrictas ordenanzas prohibiendo el transporte al descubierto de carnes frescas. ¿Puede entonces considerarse a la carne como el alimento natural del hombre, cuando sus ojos y su nariz la rechazan, a menos que sean engañados por el sabor que le aportan las especies, la sal y el azúcar? Por otra parte, ¡cuan deliciosa encontramos la fragancia de las frutas, a cuya simple vista se nos hace agua la boca! Cabe señalar también que los cereales y vegetales poseen un olor y sabor agradable, aún cuando sea suave, incluso cuando no han sido preparados. De las observaciones anteriores nos inclinamos a inferir que el hombre estaba destinado originalmente a ser un animal frugívoro (“Y Dios dijo: he aquí, te he dado cada hierba que da semilla, la cual crece sobre la faz de toda la tierra y en cada árbol, el cual es el fruto de una semilla productora, para que sea tu alimento” Génesis 1:29).

Observación de la alimentación de los recién nacidos
 Si observamos la nutrición de los recién nacidos, podemos apreciar que la leche es indudablemente su principal alimento. Y esta no se produce en cantidad adecuada en los senos de la madre si ella no ingiere frutas, cereales y verduras, como su alimento natural.

La causa de las enfermedades
De todas las observaciones, solo podemos concluir razonablemente que los diversos tipos de cereales, frutas, raíces comestibles y – como bebidas – la leche y agua pura, expuesta al aire y al sol, son decididamente los mejores alimentos naturales para el humano. Dichos alimentos son siempre bien asimilados, puesto que concuerdan con su organismo, siempre que se ingieran de acuerdo con la capacidad de los órganos digestivos y sean masticados y mezclados con saliva en la forma adecuada.
Otros alimentos no son naturales al humano y – puesto que no concuerdan con su organismo – le resultan extraños. Por ello, cuando llegan al estómago, no son asimilados en la forma adecuada. Y al mezclarse con la sangre, se acumulan tanto en los órganos excretorios como en otros órganos, ninguno de los cuales se encuentra adaptado para recibirlos. Por este motivo, no pueden ser eliminados y se almacenan en los recesos de los tejidos, por efecto de la ley de la gravitación; al fermentar, causan enfermedades tanto físicas como mentales, y conducen finalmente a la muerte prematura.

El desarrollo de los niños
Los experimentos demuestran también que la dieta natural y no irritante del vegetariano es, casi sin excepción, admirablemente adecuada para el desarrollo tanto físico como mental de los niños. Así mismo, contribuye al apropiado desarrollo de la mente, el entendimiento, la voluntad, las facultades principales, el temperamento y la disposición general.

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